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¿Las nuevas leyes sobre el cannabis en Argentina perjudicarán al medioambiente?

Expertos advierten de la necesidad de investigar los efectos de la incipiente industria de la marihuana en el país
<p>Personal de Agrogenética Riojana, empresa estatal que produce cannabis medicinal en la región argentina de Cuyo, revisa plantas de cannabis sativa (Imagen: Agrogenética Riojana)</p>

Personal de Agrogenética Riojana, empresa estatal que produce cannabis medicinal en la región argentina de Cuyo, revisa plantas de cannabis sativa (Imagen: Agrogenética Riojana)

En mayo de 2022, el Congreso argentino aprobó una ley que regula la industria del cannabis medicinal y el cáñamo industrial. Nueve meses después, Argentina da sus primeros pasos en la producción, comercialización y exportación de la planta de cannabis, explorando un mercado aún incipiente, pero cuyo valor podría alcanzar los 450 millones de dólares en la próxima década, según estimaciones oficiales.

45


La cantidad de proyectos con foco en la investigación y el desarrollo del cannabis en Argentina

Al tiempo que ya se contabilizan 45 proyectos focalizados en la investigación y el desarrollo del cannabis en el país, surge el interrogante sobre el potencial impacto ambiental de la naciente industria, tanto en la etapa de cultivo como en su posterior procesamiento. Diversos referentes consultados por Diálogo Chino aseveraron que se trata de un campo ciertamente inexplorado, aunque algunos estudios internacionales permiten ver potenciales riesgos y beneficios.

“Estamos muy en cero”, reconoció Lorena Drewes, quien participó en la redacción de la normativa y actualmente es consultora del Consejo Federal de Inversiones (CFI), un organismo público que trabaja con las provincias para su desarrollo productivo.

El cannabis y el medioambiente

Los debates en torno al cannabis en Argentina se aceleraron en mayo del año pasado, cuando el presidente Alberto Fernández promulgó la ley 27.669, que otorgó un marco regulatorio para la inversión pública y privada en toda la cadena. La norma complementó otra del 2017, que impulsó la investigación científica y médica, pero limitó su producción al ámbito estatal para su distribución a través del sistema de salud.

Utilizar el término cannabis implica referirse a la especie cannabis sativa, una planta anual “compleja en su estructura”, según define un informe del gobierno argentino, por la presencia de más de 550 compuestos. De todos, los más estudiados son los denominados cannabinoides, entre los que se encuentran el tetrahidrocannabinol o THC (responsable de su popular efecto psicoactivo) y el cannabidiol o CBD (el más explotado en el campo de la salud, utilizado para ansiedad, insomnio y autismo, entre otros).

“Las oportunidades de expansión para esta industria no se limitan a los mercados recreacionales y medicinales, ya que existen otras numerosas aplicaciones, que incluyen cosméticos, fibras textiles, ropa y calzado, biocombustibles, alimentación animal, materiales de construcción, papel, fertilizantes, partes automotrices y bioplásticos, entre otras”, explica el documento oficial.

Vista aérea de cultivo de cannabis en Chilecito, La Rioja
Cultivo de cannabis en Chilecito, provincia de La Rioja. Se necesitan estudios científicos para determinar el impacto medioambiental del cultivo de cannabis en Argentina (Imagen: Agrogenética Riojana)

En términos generales, existen tres tipos de instalaciones donde puede ser llevada a cabo la producción del cannabis: interior (conocida como indoor), exterior (también denominada outdoor) y luz mixta (que combina elementos de producción interior y exterior). Cada alternativa puede afectar al medio ambiente de distintas maneras.

Un trabajo publicado en Nature Sustainability destaca que las emisiones asociadas con el cultivo de un kilo de cannabis producido indoor son aproximadamente las mismas que quemar hasta 2.000 litros de gasolina. Otro, publicado en  New Scientist estimó que la huella de carbono que deja la producción masiva de cannabis en interiores, asciende a entre 2,2 y 5,1 toneladas de dióxido de carbono por kilo de flor seca.

Por el contrario, el cultivo a campo puede requerir hasta 140 veces menos electricidad, según señala un estudio realizado por el Grupo de Trabajo de Mejores Prácticas Ambientales de Cannabis en Oregon, Estados Unidos. Este mismo documento señala, asimismo, preocupaciones sobre el uso del agua: indica que una planta de cannabis madura puede consumir hasta 22,7 litros de agua por día en los 150 días de temporada de crecimiento, casi el doble que una planta de uva para vino.

Estudios realizados en el estado de California, Estados Unidos, remarcan otro tipo de preocupaciones. Uno publicado en Frontiers in Ecology and the Environment advierte sobre la posible deforestación y fragmentación de los bosques debido a la producción comercial de cannabis. Otro, disponible en Environmental Research Communications remarca impactos significativos en los recursos hídricos ante “el rápido aumento del cultivo de cannabis, que indican que el potencial agotamiento del flujo de agua es una preocupación actual y futura”.

De la misma forma que se remarcan riesgos, también se destacan beneficios ambientales de la planta en sí misma. El investigador de la Universidad de Cambridge Darshil Shah subrayó que esta especie puede capturar el carbono atmosférico “con el doble de eficacia que los bosques”, al tiempo que proporciona biomateriales de carbono negativo para arquitectos y diseñadores.

Guillermo Nieto, presidente de la Asociación de la Industria Nacional del Cannabis de México, señaló en Forbes los beneficios del cáñamo -variedad de la planta cannabis con muy baja presencia de THC-, para paliar los efectos negativos de la agricultura en el ambiente. “Puede sustituir a varias materias primas ya que con las fibras de esta planta se pueden fabricar productos biodegradables a partir de tela, papel y plástico”, planteó. Como ejemplo, aseveró que la producción de un kilo de fibras de cáñamo requiere 20 veces menos agua que uno de algodón.

¿Qué pasa en Argentina?

Un trabajador revisa hojas de cannabis sativa
Un trabajador de Agrogenética Riojana evalúa hojas de cannabis en las instalaciones de la empresa (Imagen: Agrogenética Riojana)

En Argentina existen 45 proyectos en desarrollo vinculados al cannabis. Los mismos son de diversa escala (van desde pequeños cultivos con finalidades comunitarias hasta grandes explotaciones con mirada exportadora) y poseen diferentes grados de avance. También varían en relación al tipo de inversión -los hay públicos, privados y mixtos-, así como también en su ubicación geográfica: un mapa realizado por la agencia estatal Télam destaca que están presentes en la mitad de los distritos nacionales, de este a oeste y de norte a sur.

De todos los emprendimientos, el más avanzado se ubica en la provincia de Jujuy y cuenta con un estudio de impacto ambiental favorable. Según el texto firmado por el ingeniero Pablo Eliano, a la iniciativa de la estatal Cannava -que prevé la producción de 80 toneladas de inflorescencias medicinales- “resulta difícil detectarle impactos negativos relevantes”.

El proyecto más avanzado, la iniciativa estatal Cannava en la provincia de Jujuy, ha recibido un estudio de impacto ambiental favorable en el que se afirma que “es difícil detectar impactos negativos relevantes”.

Cannava prevé producir 80 toneladas de cogollos de cannabis con fines medicinales, y fue el primer proyecto cannábico autorizado por el regulador sanitario nacional. Es el único proyecto de cannabis integrado verticalmente del país, ya que contempla desde el cultivo hasta el procesamiento. Recientemente se anunció que la planta se abastecerá al 100% de un parque fotovoltaico que producirá 6 MW, uno de los ocho parques solares que se están construyendo en la provincia con una inversión privada total de 55 millones de dólares.

Dado que se destina a la salud humana, todo insumo que se utilice debe ser agroecológico

Para la consultora del CFI Lorena Drewes, el cannabis “es una alternativa para las provincias que tienen sus economías ahogadas en dos o tres cultivos”. La especialista se refiere a distritos ubicados por fuera de la pampa húmeda -donde dominan producciones tradicionales como, trigo y maíz-, entre las que se destacan la propia Jujuy, La Rioja, San Juan, Misiones o Corrientes.

“En mi provincia el agua es escasa, por lo que hay que utilizarla de manera eficiente. El cannabis, en relación a cultivos tradicionales como el olivo, cumple con ese objetivo, por una cuestión de economía de escala. Con una hectárea de cannabis se obtiene la rentabilidad de 50 de olivo”, puntualizó Benjamín Enrici, presidente de Agrogenética Riojana Enrici e ingeniero agrónomo.

Santa Fe es otro de los distritos que tiene en marcha un emprendimiento vinculado al cannabis medicinal. El proyecto, encarado 100% por el Estado provincial, se realiza en un predio de 35 hectáreas, donde se sembraron plantas que serán la materia prima para que el Laboratorio Industrial Farmacéutico produzca aceite a distribuirse en el sistema de salud local.

Planta de cannabis sativa
Cannabis sativa plantada por el proyecto de cannabis medicinal del gobierno de Santa Fe. El objetivo es producir aceite de cannabis para distribuirlo al sistema de salud local (Imagen: Gobierno de Santa Fe)

Eliana Eberle, funcionaria del Gobierno de Santa Fe a cargo de la iniciativa, sumó otro factor positivo respecto a la cuestión ambiental: “Dado que se destina a la salud humana, todo insumo que se utilice debe ser agroecológico, por lo que yo veo al cannabis como la puerta de la agroecología a gran escala”, señaló.

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La incipiente industria del cannabis en Argentina no cuenta aún con una producción científica relevante en materia de impacto ambiental. Ello tiene que ver, fundamentalmente, con la prohibición a la que estuvo sometida la planta durante años. “Si bien el cultivo acompañó a la humanidad desde siempre, recientemente se está volviendo a incursionar, estamos en una etapa muy temprana”, dijo la directora de la asociación civil Proyecto Cáñamo Diana Barreneche.

Tal como se pudo advertir, existen algunos estudios internacionales que pueden ser tomados como antecedentes. De todas formas, no todos coinciden en avalar sus conclusiones: “Algunas son controversiales y aún están en una zona gris”, remarcó Bruno Cravero, director de la Diplomatura en Producción y Regulación del Cannabis de la Universidad Nacional de Rosario.

La investigación en este campo, como se ha subrayado, es una “necesidad imperiosa”.