Clima & Energía

Cumbre climática debilitada por arraigadas diferencias… otra vez

Cuanto más cambia el clima, más se estancan las negociaciones relacionadas a él

La cumbre del 1 al 12 de diciembre para la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) fue la excepción. En el último día del cierre programado, 192 gobiernos junto a la Unión Europea fracasaron en su intento por acordar siquiera una única oración para la resolución final. La consecuencia más probable es que la cumbre se extienda por un día y los negociadores trabajen durante la noche para lograr un compromiso tan débil que poco hará por combatir el cambio climático.

Esto ocurre en el año en el cual un conjunto mundial de científicos y asesores políticos –el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático– advirtieron que el cambio climático está acelerándose, cuando el 2014 fu el año más cálido del que se tiene registro. A este contexto se suman los efectos del calentamiento global los cuales ya son evidentes en un mundo que necesita avanzar sin demora hacia una economía más ecológica. Existiendo caminos creíbles para lograrlo, toda demora será muy costosa.

Esta situación ocurrió en la cumbre que debería hacer sentado las bases para la firma de un tratado mundial contra el cambio climático en miras al 2015. Lo máximo que han conseguido los burócratas y políticos respecto del texto del tratado es listar una plétora de opciones conflictivas sobre cualquier alternativa y expresar que comenzarán las negociaciones cuando retomen las reuniones en el mes de febrero.

Las diferencias fundamentales entre los países en desarrollo y los desarrollados, que prácticamente han estancado las negociaciones sobre el clima durante dos décadas,  continuaron en Lima. Los burócratas y políticos de los países en desarrollo señalan que los países ricos han emitido el 80 % del exceso de dióxido de carbono que actualmente se encuentra en la atmósfera y calienta al planeta. Además, aseguran que muchos países ricos no lograron controlar sus emisiones a pesar de sus compromisos al respecto, ni mantuvieron su promesa de financiar el avance de los países en desarrollo hacia una economía más ecológica. Tampoco proporcionaron la tecnología necesaria ni cobraron patentes por ella. Otro argumento se sustenta en la falta de voluntad de los países desarrollados en ayudar a las naciones pobres a crear capacidad humana para ocuparse de los efectos del cambio climático.

Sus contrapartes en los países industrializados señalan que ahora China es el mayor emisor de gases de efecto invernadero (GEI) e India ocupa el tercer lugar. Insisten en la falacia de divisón entre los países ricos y los pobres – distinción establecida en 1992 – ya que no reflejaría la realidad actual; por lo que los países en desarrollo también deberían comprometerse a controlar sus emisiones.

La respuesta de las naciones en desarrollo es que la diferenciación es parte integral de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y no puede ser renegociada ya que aún son millones las personas que viven bajo condiciones de pobreza sin acceso a la electricidad y, por lo tanto, tienen derecho al desarrollo.

Los mismos argumentos, planteados en cientos de formas distintas en docenas de salas de reunión en la capital peruana, han impedido cualquier tipo de avance significativo para combatir el cambio climático, cuyos efectos ya están afectando a la producción agrícola en el mundo, sumando incertidumbre sobre la disponibilidad de agua potable, acelerando el derretimiento de los glaciares, elevando el nivel del mar y creando tormentas, inundaciones y sequías más frecuentes y severas.

Si a este contexto de acusaciones y contraacusaciones permanentes se suma la desconfianza, se crea la receta funcional a un resultado endeble en Lima. Tan sólo a  unas pocas horas del cierre programado de la conferencia, fue publicada una resolución alternativa en el sitio web de la CMNUCCque sólo se mantuvo durante siete minutos y desapareció inmediatamente. Así, se renovaran las acusaciones de algunos países en desarrollo –más abiertamente por parte de Venezuela y Sudán– sobre las intenciones de los países ricos de lograr un acuerdo furtivo, contrario al principio de la ONU que plantea la resolución por consenso y con la participación de todos los gobiernos.

Los observadores del proceso de negociaciones han naturalizado, en gran medida, estos momentos de drama. Los han vivido en demasiadas ocasiones, especialmente desde la fracasada cumbre de 2009 en Copenhague.

A pesar de la repetición, las secuelas continúan siendo negativas. Hoy ni siquiera existe un acuerdo por el cual los gobiernos informen cuál es su estrategia para combatir el cambio climático o, en la jerga de la ONU, Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (Independent Nationally Determined Contributions, INDC). Los países en desarrollo pretenden que la atenuación de las emisiones de GEI, la adaptación a los efectos del cambio climático, el financiamiento, la tecnología y la generación de capacidades se encuentren contemplados e incluidos en los INDC mientras que los países industrializadosplantean atenerse a la mitigación.

A medida que los frágiles acuerdos se quebraron en los sucesivos encuentros, los delegados hicieron públicas sus quejas. Mientras Miguel Arias Cañete, comisionado de la Unión Europea se refería a uno de los problemas de la convención climática –responsabilidades comunes, pero diferenciadas para los países desarrollados y en desarrollo, que limiten las emisiones de GEI – admitió. “Reconocemos la necesidad de diferenciar, sin embargo, no estamos de acuerdo con una interpretación rígida. Será necesario un enfoque más matizado”.

Cuando Prakash Javadekar, minstro de Medio Ambiente, Bosques y Cambio Climático de India fue consultado, respondió: “La diferenciación (entre países ricos y pobres) debe mantenerse tal cual es”.

Por su parte, Xie Zhenhua, vicepresidente de la Comisión Nacional para el Desarrollo de la Reforma de China – sustuvo que “aún somos un país en desarrollo. Insistimos sobre esto en las actuales negociaciones. Nuestro punto de vista como país en desarrollo no cambiará después de 2020 (cuando el acuerdo de 2015 debe entrar en vigencia) … Todos nuestros delegados se abocan a la postura de salvaguardar los intereses de los países en desarrollo. Es en base a esto que mantenemos muchos contactos con los países desarrollados, para lograr juntos avances en las negociaciones. Buscamos una cooperación de tipo ganar-ganar, no una situación de suma cero. Que uno gane todo y otro no gane nada, no es lo que buscamos. Y considero que eso es un fracaso. Esta es nuestra idea más básica».