Agricultura

La búsqueda china de alimentos en Latinoamérica se apropia de los titulares, no de los suelos

China invierte en cadenas de aprovisionamiento mundial para cubrir su demanda alimenticia.

Frente a una rápida urbanización, tierras cultivables contaminadas o degradadas y una apremiante necesidad de alimentar a su enorme población, China se ha “apropiado” de miles de hectáreas de tierra en el extranjero para garantizar el aprovisionamiento de cultivos como azúcar y soja… o, al menos, eso se dice. Pero nuevas investigaciones de Inter-American Dialogue (IAD), un grupo de expertos con sede en EE. UU., exponen algunas de las imprecisiones incluidas en informes sobre la inversión agrícola china en el extranjero, que incluyen exageradas historias de adquisiciones de tierras encabezadas por el Estado. La inversión china en Latinoamérica: una evaluación crítica, también destaca que los motivos que explican los relativamente escasos arrendamientos o adquisiciones de tierra chinos en Latinoamérica son diversos. Las estimaciones sugieren que aproximadamente un tercio de las tierras de labranza en China están degradadas o contaminadas y el gobierno admite que el 2,4 %, unos 3,3 millones de hectáreas, está demasiado degradado como para permitir algún tipo de actividad agrícola. El gobierno chino está tratando de ocuparse de la difundida contaminación del suelo con penas más duras sobre los productos químicos prohibidos y normas integrales de control industrial, que introdujo este año. Pero probablemente hasta que esto dé resultados hará falta tiempo y la seguridad alimenticia sigue siendo una prioridad urgente. El informe explica que el enfoque de China respecto de la seguridad alimentaria se centra menos en la inversión extranjera directa (IED) y más en el comercio, y que procura controlar los precios y las cadenas de aprovisionamiento con inversiones de apoyo a la logística y el procesamiento, más que a través de la compra de tierras cultivables.   Apropiación de titulares “La tierra que supuestamente China ha comprado en América Latina suele exagerarse,” dice Margaret Myers, directora del programa para China y Latinoamérica en el IAB, y coautora del informe. A pesar de informes sobre docenas de “apropiaciones de tierras” en los medios latinoamericanos, Myers afirma que después de “extensas investigaciones” solo pudieron confirmar 10 ejemplos de compras exitosas llevadas a cabo por los chinos en la región y solo unas pocas de ellas eran para la producción de cultivos y su exportación a China. La mayor parte de los acuerdos informados fracasaron o se estancaron. “Los inversores agrícolas chinos no han logrado sortear las leyes locales que les impiden comprar tierras,” dijo Myers a Diálogo Chino. Los informes de los medios a menudo señalan la adquisición por el Grupo Chongqing Grain de 200 000 hectáreas de tierra en Bahía, Brasil, como un indicador de las aspiraciones territoriales chinas. Pero, después de una reinterpretación de la ley en 2010, el trato llegó a un punto muerto. Y aunque Chongqing Grain y el gobierno brasileño eventualmente lograron un acuerdo, a 2015 el sitio aún no ha sido explotado. Después de un período de desregulación introducida en 1994, los legisladores votaron en 2010 para regresar al espíritu de la ley de 1971, más restrictiva para la adquisición de tierras por extranjeros, y prohibieron la compra por extranjeros de más del 25 % (o un máximo de 7000 hectáreas) de tierra en cualquier municipalidad brasileña. Pero, con un gabinete más cercano a los mercados que durante el último período de la presidenta Dilma Rousseff y expectativas de contracción de su economía, Brasil está cortejando a la inversión extranjera y su congreso debate actualmente sobre esa normativa. Hasta el momento, la mayor operación china confirmada de compra de tierras en Latinoamérica con una explotación significativa fue llevada a cabo por COMPLANT, la empresa de tecnología en logística de propiedad del estado chino, que compró 27 000 hectáreas al gobierno jamaiquino por 774 millones de USD en 2011 para desarrollar fábricas y plantaciones de caña de azúcar. Pero el acuerdo empalidece cuando se lo compara con la “apropiación” de 300 000 hectáreas en la provincia de Río Negro en Argentina, según lo informado por el periódico La Nación de ese país: otra transacción que no llegó a concretarse. E investigaciones anteriores demuestran tales discrepancias. GRAIN (1 millón de hectáreas), el Instituto Internacional para el Desarrollo Sostenible (800,00 ha) y Land Matrix (500,000 ha) tienen estimaciones muy diferentes sobre cuánta tierra posee o arrienda China en Latinoamérica. El IAD confirmó que tan sólo hay 70,000 ha de tierras arrendadas o compradas. El informe afirma que “no se venderán tierras a China.” De hecho, las primeras compras de tierras en Cuba y México en la década de 1990 fueron malinterpretadas como capturas de tierras, cuando en realidad constituyeron un tipo de desarrollo en el extranjero que aumentó exitosamente el rendimiento de los cultivos. Sin embargo, el benefactor chino, Suntime Group, también informó “sustanciosos beneficios”. Y la empresa agrícola Zhejiang Fudi Agriculture Group, que según el informe contaba apenas con 3000 hectáreas de tierra para cultivos en su provincia natal de Huafeng, compró 16 000 hectáreas de tierras cultivables en el estado brasileño de Tocantins en 2009. El informe del IAD describe a Zhejiang Fudi como automotivado y con afán de lucro, y sugiere que eso impulsa sus compras de tierras en el extranjero. Myers señala que las empresas chinas, e incluso el fondo patrimonial soberano chino, han adquirido algunas empresas agrícolas extranjeras importantes, como la distribuidora multinacional Nidera, que posee activos en toda la cadena de valor agrícola en Latinoamérica y el mundo. Este foco en el control de las cadenas de aprovisionamientos es más típico de las inversiones agrícolas chinas; las empresas como COFCO, propiedad del estado chino, que adquirió una participación mayoritaria de 1,5 mil millones de USD del distribuidor mundial H.K. Noble en 2014, podrían algún día desafiar a los grandes distribuidores occidentales, sostiene Myers. El presidente de COFCO, Patrick Yu, indicó en una entrevista en 2011 que las cuatro grandes empresas occidentales ADM, Bunge, Cargill y Louis Dreyfus (llamadas ABCD) controlan actualmente casi la totalidad de la base de materias primas en América del Norte y del Sur, y ofrecen a COFCO un útil ejemplo a seguir. Impactos sobre la cadena de aprovisionamiento La investigación del IAD reconoce que los desafíos ambientales son un factor importante para determinar el éxito y la sostenibilidad de la relación agrícola china con Latinoamérica, aunque no elabora sobre esta cuestión. Los impactos del comercio de soja continúan siendo una gran preocupación para los ambientalistas. La soja, que se inserta en la cadena aprovisionamiento del sector cárnico en forma de harinas para el ganado, se encuentra en el corazón del interés agrícola chino en Latinoamérica. Más del 40 % de la soja importada por China proviene de Brasil: unos 33 millones de toneladas por año. Argentina es el tercer mayor proveedor de soja a China, después de EE. UU. Y la soja es la excepción a la regla china de imponer elevados aranceles a las importaciones y metas de autosuficiencia para los cultivos. En 2002 China recortó drásticamente los aranceles sobre la soja –de un prohibitivo 114 % a tan solo el 3 %– y disparó las importaciones de aproximadamente 3 millones a unos 60 millones de toneladas el año pasado. Pero una reciente evaluación de The Forest 500, un índice que califica las empresas según sus esfuerzos para minimizar los impactos ambientales en su cadena aprovisionamiento, señala a empresas chinas como el Shandong Sunrise Group Co Ltd –el mayor importador de soja brasileña– entre las de peor desempeño. El Shandong Sunrise Group no obtuvo puntos por buenas prácticas en ninguno de los criterios de evaluación que incluyen “políticas forestales integrales” e “informes y transparencia.” El desempeño de Chongqing Grain y COFCO es marginalmente superior. Por el contrario, las empresas ABCD, excepto Louis Dreyfus, recibieron una calificación mucho mayor. Estas empresas firmaron en 2006 una moratoria sobre la conversión de bosques en plantaciones de soja, que produjo una dramática reducción en los niveles de deforestación. Pero, ¿es posible persuadir a las empresas chinas para que hagan lo mismo? “Creemos que el cambio es posible, especialmente en el caso de los productos alimenticios, debido a la creciente preocupación del público por los impactos sobre la seguridad alimenticia y el cambio climático,” sostiene Rose Niu, jefe de conservación en el Instituto Paulson. Niu dirige una iniciativa que alienta a los importadores chinos de alimentos a comprar a productores incluidos en el Registro Rural Medioambiental de Brasil (CAR, por su sigla en portugués). El CAR forma parte del marco de trabajo del Código Forestal brasileño, la legislación que rige al Amazonas, el Cerrado y otros biomas, y el uso del suelo de los productores incluidos en su lista es controlado por un programa de cooperación satelital con, nada menos que, China. “El gobierno chino también ha implementado políticas más estrictas y esfuerzos de control para la seguridad de los productos alimenticios; creemos que esto puede aprovecharse para impulsar la agenda de la sostenibilidad,” agregó Niu.  

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