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Las finanzas verdes “se quedan muy cortas” en América Latina

Los bancos chinos pueden mejorar su trabajo en proyectos sostenibles

Los prestamistas institucionales están mostrando un desempeño significativamente inferior al esperado respecto del desarrollo sostenible en América Latina: no logran dar impulso a la recuperación económica de la región ni implementar salvaguardas contra el cambio climático y los impactos ambientales en sus proyectos, según un informe publicado esta semana.

Se destinan menos de 15 mil millones de USD al año en financiamiento relacionado con el cambio climático en América Latina, una cifra deplorablemente insuficiente frente a los 110 mil millones de USD necesarios, según indican las nuevas investigaciones del Global Economic Governance Institute (GEGI), de la Universidad de Boston.

Ese instituto de investigación revisó el financiamiento relacionado con el desarrollo y el cambio climático que entre 2003 y 2014 proveyeron 11 instituciones de todo el mundo, incluidos el Banco Mundial (BIRD), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco de Desarrollo de China (CDB). Los investigadores llegaron a la conclusión de que el 33 % de los créditos no son «verdes», lo que significa que no se están ocupando de la mitigación y adaptación al cambio climático, ni la protección o la remediación ambiental.

China ha desempeñado un papel fundamental para compensar el gigantesco déficit de infraestructura latinoamericano pero, según el informe, en su calidad de principal prestamista para la región el BCD ha asignado tan solo el 6 % de los créditos (que llegan a unos impresionantes 82 mil millones de USD) a proyectos “verdes”. Únicamente el Banco de Importaciones y Exportaciones de Estados Unidos (USEXIM) tuvo una proporción de financiamiento verde inferior (solo el 1 % de los míseros –en comparación– 65 millones de USD que prestó durante ese mismo período).

Las finanzas verdes de los bancos de desarrollo son fundamentales para que los países sean capaces de cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible. También proporcionan un efecto multiplicador vital a través de las señales positivas de sostenibilidad que envía al sector privado (que actualmente es responsable de más de la mitad del gasto en infraestructura en la región).

Socios preferentes

Mientras que el USEXIM dedica la mayor parte de sus recursos a las economías de la región más favorables al mercado, como México y Colombia, China presta a países con “perfiles de riesgo ligeramente más elevados”, como Ecuador, Argentina, Bolivia, Brasil y Venezuela, comentó a Diálogo Chino uno de los autores del informe, Kevin Gallagher.

“Los bancos chinos van a un conjunto distinto de países que los bancos multilaterales de desarrollo (BMD) porque financian un conjunto de actividades que, hasta hace poco, no se consideraban prioritarias, como la infraestructura y las industrias extractivas”, agregó Gallagher.

Y los megaproyectos financiados por China, como las represas Kirchner y Cepernic en Argentina –que costaron 4,7 mil millones de USD– y la planta hidroeléctrica Coca-codo Sinclair en Ecuador, con fondos del China Exim Bank, están casi siempre ubicadas en áreas ecológicamente sensibles de Latinoamérica Los prestamistas chinos financian de manera desproporcionada proyectos hidroeléctricos en la región, que simultáneamente se convierten en un destino para sus exportaciones de materiales de construcción y conocimiento de ingeniería.

Las investigaciones indican que el total del financiamiento verde en Latinoamérica desde 2002 ha sido el 20 % de lo aportado por los bancos de desarrollo estudiados, mientras que los créditos para la energía y la infraestructura convencionales representaron el 14 y el 18 %, respectivamente.

Aunque tal vez no parezca una gran discrepancia, existen problemas metodológicos en las definiciones académicas del “financiamiento verde”, que podrían explicar la diferencia. “Se considera a lo hidroeléctrico como “verde” desde una perspectiva climática, pero en los climas tropicales húmedos latinoamericanos muchas plantas hidroeléctricas generan un aumento neto de las emisiones debido al metano y la deforestación”, reconoció Gallagher.

El informe del GEGI llega después de que la ONG Adaptation Watch lamentara la falta de información disponible sobre el financiamiento de la adaptación al cambio climático.

“A diferencia de la medición de la reducción de las toneladas de carbono emitidas, la adaptación es mucho más difícil de definir y cuantificar, y nunca hubo una iniciativa mundial para determinar qué se debe considerar como financiamiento para la adaptación” indica el informe de Adaptation Watch. El GEGI afirma que utilizó métodos de investigación recientemente revisados, que buscan “eliminar la brecha” en el seguimiento de las finanzas para la mitigación y la adaptación.

Además del insuficiente financiamiento por parte de los bancos, los países beneficiarios en América Latina también se están quedando cortos en sus obligaciones para estimular el desarrollo sostenible e implementar salvaguardas adecuadas contra los riesgos ambientales de los grandes proyectos de infraestructura, agrega el informe.

Crédito para las políticas verdes chinas

Fei Yuan –coautor del informe con Gallagher– dijo que, a pesar del énfasis chino en países y sectores más riesgosos, se le debe dar crédito por incorporar en sus préstamos al extranjero las lecciones aprendidas internamente.

“China aún está aprendiendo tanto sobre inversiones en el extranjero como sobre normas ambientales, con la esperanza de ser un estudiante veloz y creativo”, dijo Yuan.

Según Yuan, también se debe aplaudir a China por desarrollar lineamientos crediticios verdes para su aplicación en el extranjero, considerando que el nivel del PBI per cápita chino actual es tan solo un tercio del que tenían sus contrapartes occidentales cuando comenzaron a establecer salvaguardas para ocuparse de los problemas ambientales.

La creciente experiencia china sobre cuestiones ambientales internas y su mayor colaboración con socios en todo el mundo través de nuevas plataformas, como el BAII, debiera producir más avances, tanto en la formulación de políticas como en sus niveles de implementación.